KnocKoutKuba: boxeo revolucionario
Por Manuel Benito de Valle
Todo empezó cuando Darsi Ferrer me dejó leer un artículo en el que trabajaba, titulado “El Ocaso de las estrellas deportivas de la Revolución”. Aquello no era un simple artículo de denuncia. Era el ensayo de una tragedia grecolatina. El borrador perfecto de un guión cinematográfico -con su presentación, nudo y fatal desenlace.
Le propuse filmarlo y él prometió, con bastante escepticismo, “tirarme un cabo con el asunto” –aún no éramos hermanos como ahora. De este modo fuimos a por nuestro primer y más accesible boxeador, pues vivía en el mismo barrio: Félix “la panterita oriental” Betancourt.
Como si de una novela de espionaje se tratara, parqueé el carro a unas cuadras, vestí algunas ropas viejas y oculté mi cámara de video casera en una saca de cemento. Por suerte, físicamente podía pasar por cubano si no abría la boca, luego en principio no levantábamos sospechas.
La impresión que nos causó aquella primera entrevista nos cautivó de tal forma que pasamos de la duda a la maravillosa euforia del que sabe que se ha topado con algo realmente grande. Allí teníamos a una antigua gloria del boxeo, buque insignia de la Revolución, trágicamente olvidada –si no traicionada- por su propio país.
Este entusiasmo nos llevó desenfrenadamente a entrevistar a otras estrellas: campeones mundiales, oros olímpicos, enormes gladiadores caídos en desgracia que en su momento escribieron parte de la historia de Cuba. Por supuesto teníamos que hacerlo en la máxima clandestinidad: llamando a puerta fría, sin previo aviso, sin saber con qué nos podíamos encontrar…
El factor sorpresa era la clave pues si contactábamos con antelación, amén de permitir al entrevistado pensárselo dos veces antes de arriesgarse a hablar, hubiésemos dado tiempo a la Seguridad del Estado para que descubriese en lo que estábamos metidos. Hay que tener en cuenta que Darsi es un disidente político vigiladísimo y yo trabajaba en ese momento para la Embajada de España.
Nuestra extrema precaución y, sobretodo, una benevolente providencia, nos permitió entrevistar a un total de once boxeadores –incluyendo a tres en Santiago de Cuba, en cuyo aeropuerto no nos arrestaron por una serie de coincidencias increíbles. Las amistades que me visitaban desde España iban sacando del país y poniendo a buen recaudo las cintas de video.
Aventuras aparte, lo que nunca podremos olvidar fue la lección que aprendimos durante las filmaciones. Quisimos hacer un documental y fue el documental el que nos hizo a nosotros. Nuestra primera intención –más bien de denuncia política- se transformó mágicamente en un homenaje a esos bravos guerreros, a su triste lealtad, a su callado desengaño, a su digno orgullo y a su íntima tragedia.
Más adelante Darsi y yo hicimos otras cosas juntos de las que me enorgulleceré de por vida, como la marcha del Diez de diciembre o varias iniciativas humanitarias, pero nunca creo que vuelva a sentir lo que sentí con este documental.
Sólo espero que la edición del mismo, que ha intentado sintetizar en sesenta minutos más de quince horas filmadas, trasmita un poco de este sentimiento al espectador.